martes, 10 de abril de 2012

DIA INTERNACIONAL DEL LIBRO INFANTIL


HABIA UNA VEZ UN CUENTO QUE CONTABA EL MUNDO ENTERO


Había una vez un cuento que contaba el mundo entero. Ese cuento en realidad
no era uno solo, sino muchos más que empezaron a poblar el mundo con sus
historias de niñas desobedientes y lobos seductores, de zapatillas de cristal y
príncipes enamorados, de gatos ingeniosos y soldaditos de plomo, de gigantes
bonachones y fábricas de chocolate. Lo poblaron de palabras, de inteligencia,
de imágenes, de personajes extraordinarios. Le permitieron reír, asombrarse,
convivir. Lo cargaron de significados. Y desde entonces esos cuentos han
continuado multiplicándose para decirnos mil y una veces “Había una vez un
cuento que contaba el mundo entero…”
Al leer, al contar o al escuchar cuentos estamos ejercitando la imaginación,
como si fuera necesario darle entrenamiento para mantenerla en forma. Algún
día, seguramente sin que lo sepamos, una de esas historias acudirá a nuestras
vidas para ofrecernos soluciones creativas a los obstáculos que se nos
presenten en el camino.
Al leer, al contar o al escuchar cuentos en voz alta también estamos repitiendo
un ritual muy antiguo que ha cumplido un papel fundamental en la historia de la
civilización: hacer comunidad Alrededor de esos cuentos se han reunido las
culturas, las épocas y las generaciones para decirnos que somos uno solo los
japoneses, los alemanes y los mexicanos; aquellos que vivieron en el siglo XVII
y nosotros que leemos un cuento en internet; los abuelos, los padres y los
hijos. Los cuentos nos llenan por igual a los seres humanos, a pesar de
nuestras enormes diferencias, porque todos somos, en el fondo, sus
protagonistas.
Al contrario de los organismos vivos, que nacen, se reproducen y mueren, los
cuentos, que surgen colmados de fertilidad, pueden ser inmortales. En especial
aquellos de tradición popular que se adecúan a las circunstancias al contexto
del presente en el que son contados o reescritos. Se trata de cuentos que, al
reproducirlos o escucharlos os convierten en sus coautores.
Y había una vez, también, un país lleno de mitos, cuentos y leyendas que
viajaron por siglos, de
boca en boca, para exhibir su idea de la creación, para narrar su historia, para
ofrecer su riqueza cultural, para excitar la curiosidad y llenar de sonrisas los
labios. Era también un país en el que pocos de sus pobladores tenían acceso a
los libros. Pero esa es una historia que ya ha empezado a cambiar. Hoy los
cuentos están llegando cada vez más a rincones apartados de mi país, México.
Y al encontrarse con sus lectores están cumpliendo con su papel de hacer
comunidad, hacer familia y hacer individuos con mayor posibilidad de ser
felices.

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